martes, 3 de febrero de 2009

Del Esplendor a la Catástrofe

Lo primero que debo hacer con esta nueva entrada es desearle un Feliz Año 2009 (con mucho retraso, naturalmente) a mis queridos rebeldes y a los seguidores de mi blog, aparte de, por supuesto, esperar que Papá Noel o los Reyes Magos (a vuestro gusto) os hayan traído material con el que propagar la Rebeldía de Leer (pese a la crisis). En cuanto al título de la entrada, así se titulan los dos volúmenes de mi primera recomendación del año 2009: La Novela de Genji (o Genji Monogatari), de Murasaki Shikibu. En realidad "Shikibu" debería haberse traducido más o menos por "doña", pero a los traductores no les sonaba del todo natural utilizar "doña" con un nombre extranjero (y eso que en la versión inglesa transcribieron el nombre de la autora como Lady Murasaki), por lo que lo dejaron como si Shikibu fuese su apellido. En cualquier caso, este año empezamos a lo grande con una Recomendación con mayúsculas; no sólo por la cantidad de etiquetas que trae esta entrada, sino también porque este libro está considerado (y con mucha razón) la obra maestra de la literatura nipona. Baste con recitar el principio de la obra: "En el reinado de cierto emperador cuyo nombre y fecha omitiré..." Se parece mucho al principio de El Quijote, ¿verdad?
Esta novela se escribió en el siglo X, en la era Heian, considerada el período de esplendor de Japón por varios motivos:
  • El país, con capital en la ciudad de Heian Kyo (la actual Kioto), vivía en paz. Precisamente del nombre de la ciudad recibe el nombre dicha era.
  • Los nobles, aparte de regir el país, se dedicaban a vivir tranquilamente su vida dedicados a las artes (que florecieron espectacularmente), especialmente la literatura y la poesía; con frecuencia solían realizar certámenes y celebrar fiestas de mayor o menor suntuosidad en las que se casi siempre se repartían regalos. Debía saberse hacer un poema de forma rápida y adecuada a la situación (por ejemplo, para dar una buena respuesta a un desafío), o de lo contrario no se tendría en buena consideración a quien no pudiese hacerlo.
  • Las mujeres nobles estaban relativamente bien tratadas (sabían leer y escribir y, salvo algunas restricciones de conducta, contaban con bastante libertad) si se compara con Occidente.
  • El budismo y el sintoísmo coexistían en el país sin demasiados problemas, a pesar de cierta rivalidad entre ambas religiones.

A todo esto hay que añadir que, aunque el país gozaba de una buena situación, se contemplaba la vida de forma fatalista, considerando que se vivía en una época decadente y que se acercaban tiempos aciagos.
De todas formas, vayamos al grano: la Novela de Genji es un relato ficticio compuesto de numerosos conjuntos de libros agrupados en dos volúmenes, Esplendor y Catástrofe (es muy posible que falten capítulos), junto con más de mil poemas breves y referencias a grandes poemas tradicionales de Japón, en especial el Kokinshu y el Gosenshu. La historia relata los avatares de la vida de Genji, un joven príncipe que es el segundo hijo del emperador y de su esposa favorita, Kiritsubo. Desde muy joven se lanza a la búsqueda del ideal femenino en las mujeres de su entorno, pues su madre, considerada como una mujer ideal, murió cuando él era apenas un bebé y no la recuerda. Así pues, Genji tiene relaciones amorosas con diversas mujeres, en las que busca ese ideal que tanto ha comentado con sus amigos y compañeros.

Posiblemente este resumen no sea del agrado de las personas que conocen bien la obra y tal vez me arriesgue a que me critiquen o (lo más probable) que mi resumen convierta a Genji en un donjuán a la japonesa, cuando en realidad su comportamiento era bastante normal (en la edición de Círculo de Lectores, que es la que he leído, vienen comentarios muy interesantes respecto a esto), si bien sus allegados consideran que a veces se pasa de la raya, e incluso la propia Murasaki lo tacha de “incorregible” en más de una ocasión.
Por otro lado, debo destacar este libro como una magnífica novela de costumbres; la autora describe minuciosamente las maquinaciones de la Corte imperial y las tradiciones y creencias de su época, que ella misma critica indirectamente. Por ejemplo, el hecho de que, según el budismo, un alma no puede ir al Nirvana si ha vivido como mujer, sino que primero debe reencarnarse en un hombre y así ir al Paraíso, así como el hecho de que se mirase con malos ojos a una mujer que leyese poesía en chino, cosa que Murasaki hacía a la muerte de su esposo y su padre (hasta sus propias criadas la criticaban por ello). No obstante, la autora tendía a la autocensura cuando trataba este asunto: “pero no está bien que una mujer hable de poesía china, de modo que no añadiré ni una palabra más”.
En fin, después de esta descomunal parrafada sólo me queda recomendar este excelente libro, del que se han hecho películas, obras teatrales, series y hasta algún manga. Mientras tanto, voy a intentar buscarme la otra obra por la que Murasaki es famosa: su propio Diario.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros