lunes, 1 de septiembre de 2014

Especial Verano 2014 (VI): Caminante, no hay camino… sino alfombra que pisar

Si alguno de vosotros, queridos Rebeldes, es especialmente aficionado a la poesía de Antonio Machado, posiblemente se habrá molestado (como poco) al ver uno de sus versos más famosos destripado en el título de esta nueva entrada del Especial Verano 2014 (que más pronto que tarde, tocará a su fin). Pero es que ello se debe a que esta nueva recomendación literaria trata precisamente sobre caminos y sobre una alfombra muy especial.
 
En concreto, os voy a hablar del libro Silverio el grande (1993), de Pilar Mateos. ¿A que no adivináis cómo llegó este libro a mi vida? Os dejo diez segundos para que penséis la respuesta antes de pasar al siguiente párrafo. Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno, ¡cero! Ya podéis mirar.
 
Solución: Pues sí, otra lectura obligatoria para las vacaciones.
 
Bien, pasemos a la trama del libro. El protagonista es Silverio, un niño de once años que odia su nombre y que vive solo con su madre. Cuando su mejor amigo, Mike, y el padre de este desaparecen misteriosamente, Silverio decide salir a buscarlos con más voluntad que pistas sobre su paradero. Para ello, contará con la ayuda de un enigmático hombre, precisamente también llamado Silverio, que posee una alfombra con la que se pueden abrir caminos a todas partes…
 
silverioelgrande
 
Esta novela, cuyos capítulos comienzan siempre con la palabra “camino”, me dejó curiosamente impactada. A primera vista, el argumento puede parecer de lo más simple y, por qué no, manido (un maestro y su aprendiz, portadores de un objeto mágico, que se embarcan en un viaje con un objetivo común), pero hay más. No se trata de un simple libro fantástico, sino que incluye interesantes reflexiones entre los dos protagonistas sobre muchos aspectos de la vida, como el crecimiento o las relaciones entre personas (sobre todo con la familia y con los amigos); sin embargo, una que me gustó mucho vino por parte del padre de Mike, en la que habla sobre la gran fábrica de autómatas que intentan controlar y manipular el mundo que les rodea, haciendo que la gente piense y actúe de la forma que ellos quieren: creerse todo lo que oyen y ven, adquirir y consumir lo que no necesitan, comportarse según unos patrones sociales fijos… ¿Os suena de algo?
 
De los personajes protagonistas, al menos de lo que puedo recordar de este libro; los dos protagonistas (Silverio el grande y Silverio el chico) son serios y tozudos, pero forjan un fuerte lazo entre sí. De los secundarios, hay que destacar a Margarita, la madre de Silverio; es una mujer muy protectora, aunque al mismo tiempo poco cariñosa y hermética a más no poder; en especial, cuando se trata de su pasado. Y por este mismo motivo, me gustó mucho el final del libro, aunque es muy abierto y se deja un cabo suelto. Pero al lector le queda bien claro cómo quedaría ese cabo si quedase atado.
 
Esta novela, aunque se califique como infantil (y muchas veces la etiqueta “infantil” conlleva la etiqueta “superficial”), tiene un nivel de madurez sorprendente, y es reflexiva e intimista, cosa que siempre es de mi agrado en un libro. Si en ese largo camino (o más bien red de caminos) que es la vida os cruzáis con la historia de los dos Silverios, abridla y leedla.
 
Hasta la próxima página,
 
La Rebelde de los Libros