lunes, 3 de enero de 2011

Escuchad. Dejad que os cuente una historia…

Pero primero que nada, debo desearos a todos, queridos Rebeldes, una Feliz Navidad y un Feliz Año 2011, esperando que tengáis un año aún mejor que el anterior y muy abundante en libros y lecturas.

En cuanto al título de la entrada, así comienza El contador de historias (The Hakawati), de Rabih Alameddine (2008). Esta novela me cayó como regalo de Reyes en 2010 (a decir verdad, la había pedido el año anterior, pero no pudo ser), pero como tenía bastante lectura atrasada, terminé leyéndomela en verano. Aunque para ser exactos, la cita completa es así:

“Escuchad. Dejad que sea vuestro dios. Dejad que os guíe en un viaje hasta los confines de la imaginación. Dejad que os cuente una historia.”

Osama al-Jarrat vuelve a su Líbano natal para visitar a su padre moribundo en el hospital. El regreso a su país de origen le traerá miles de recuerdos sobre su propia infancia y sobre su abuelo Ismail, gran hakawati o narrador de historias (más o menos lo que aquí es un cuentacuentos). Los recuerdos del pasado se entremezclarán con el presente, con la historia de Fátima, que busca un remedio para que el sultán y su esposa tengan un varón, y con la historia del héroe Baybars y sus aventuras…

elcontador

En mi opinión, la portada del libro refleja maravillosamente su estructura, un conjunto de múltiples hilos multicolores que se entrelazan entre sí para conformar el dibujo de una gran alfombra persa. Y desde luego, no faltan entrelazados, incluidos el relato bíblico del nacimiento de Ismael, hijo ilegítimo de Abraham igual que lo fue el abuelo de Osama de su propio padre (además, no podemos olvidar que, según una tradición, los musulmanes descienden de Ismael). Por otra parte, Alameddine entremezcla de forma fabulosa la historia y el cuento, llegando incluso a la mise en abîme, es decir, contar una historia dentro de otra (por ejemplo, el sultán le relata a su esposa la historia de Baybars).

Es obvio que el autor ha bebido de numerosas fuentes para crear su obra (sobre todo para la parte más “fantasiosa”), pero merece la pena citar algunas.

  • Fuentes religiosas. El Corán y la Biblia, especialmente esta última, suponen dos fuentes muy valiosas. Alameddine se inspira particularmente en el Génesis, cuya historia cuenta dando protagonismo a Ismael y a su madre, la esclava Agar. También se inspira en la Biblia para ponerles los nombres de patriarcas y profetas bíblicos a los siete diablillos de colores que acompañan a Fátima.
  • Historias y cuentos tradicionales. De este segundo grupo, la palma se la llevan Las mil y una noches. Podemos ver claras influencias de Simbad, Aladino y otros héroes populares en el personaje de Baybars.
  • Homero. Los combates singulares de la Ilíada sirven de inspiración a Alameddine para las batallas de Baybars y sus compañeros o la lucha de Fátima y los diablillos contra el rey Kade y su ejército.
  • Ovidio. Las Metamorfosis del poeta latino también son de destacar por su importancia, ya que no faltan las transformaciones de personajes en animales o en monstruos.
  • Geoffrey Chaucer. Autor de los Cuentos de Canterbury, su obra no sólo tampoco se queda atrás en inspirar al autor, sino que además su influencia se entrelaza con la de Las mil y una noches, pues durante siete noches, el bandido Jayal trata de seducir con cuentos a Yawad, criado de Fátima.

Evidentemente, a todo esto hay que añadir la historia del propio Líbano, junto con la influencia de la propia familia de Alameddine. Osama y el autor se parecen en muchos aspectos, pero este último deja claro que “los al-Jarrat no son los Alameddine”.

En cuanto a los personajes, es innegable que cada uno tiene un matiz que lo hace especial; Alameddine hace que cada uno de ellos sea único e irrepetible. De este modo, me quedo con la devoción de Osama a su abuelo, la dulzura de éste, la afabilidad del tío Yihad (aunque lo encuentro bastante enigmático), el valor de Fátima y la simpatía de los diablillos.

Llevaba tiempo deseando recomendar esta fabulosa novela, y considero que aún no es demasiado tarde para incluirla en la carta a los Reyes Magos. Y si no os la traen, no pasa nada; siempre nos quedarán los cumpleaños o esas cuevas del tesoro que son las bibliotecas.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros