martes, 8 de noviembre de 2011

Cuando el amor y la naturaleza se entrelazan

¡Hola a todos! Ya sé que llevo mucho tiempo sin escribir por aquí, pero ello se debe a ciertos problemas burocráticos con mi facultad que me han apartado durante bastante tiempo del blog, hasta el punto de que ni siquiera he podido celebrar el tercer aniversario del blog como es debido. Lo lamento de veras.

Pocos libros describen la naturaleza como mi nueva recomendación, Un viejo que leía novelas de amor (1988), del chileno Luis Sepúlveda, de quien ya recomendé otra novela hace poco. Llevaba años queriendo leer este libro, y las pasadas navidades los Reyes Magos por fin me dieron la oportunidad.

A lo largo de su vida, el protagonista de la novela, Antonio José Bolívar Proaño, ha convivido tanto con los hombres autodenominados “civilizados” como con los indios shuar (más conocidos como “jíbaros” por aquí) y se desenvuelve sin problemas con unos y otros. Sin embargo, son los segundos quienes le han enseñado todos los secretos y las reglas de la selva amazónica, mientras que los primeros sólo saben explotarla y aniquilarla. Mientras tanto, en sus largos ratos en soledad, nuestro protagonista se recrea con hermosas historias de amor…

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Cartel de la película (por desgracia, no he tenido oportunidad de verla)

Esta novela, igual que Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, tiene un mensaje ecologista patente, pero, en el caso del libro que hoy nos concierne, el mensaje es mucho más intenso (se define al desierto como “el gran invento del hombre moderno”), un verdadero canto de amor a la naturaleza. Bolívar Proaño ama como a una madre a la selva y a los que la componen; Sepúlveda entrelaza los nombres de las plantas y animales en larguísimas enumeraciones, que hacen que nos imaginemos en toda su gloria el espeso follaje, las fieras al acecho, los cálidos monzones, los pájaros llenando de alboroto los árboles… En definitiva, la selva, convertida en un personaje más. Bolívar Proaño es un ejemplo del “buen salvaje”, sólo que a la inversa: se crió en el mundo civilizado y, tras diversas vicisitudes, se pasó al lado de la naturaleza, aunque sin terminar de perder el contacto con sus orígenes.

Creo que todos los grandes amantes de la naturaleza disfrutarán esta novela intensamente y, con una pizca de imaginación, se trasladarán junto a Bolívar Proaño en las cacerías y expediciones.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros

viernes, 19 de agosto de 2011

¿Remover o no remover el pasado?

A mediados de julio, se celebró una penosa efeméride para la Historia de España: hace 75 años, un 18 de julio de 1936, estalló la Guerra Civil, en la que, como ya dije hace tiempo, sólo hubo víctimas y verdugos a partes iguales en ambos bandos. Pues bien, han pasado ya tres cuartos de siglo y todavía seguimos divididos cuando recordamos esos tiempos, especialmente entre los que quieren hacer justicia y los que prefieren, simplemente, pasar página y olvidar. Personalmente, aunque tengo familia de ambos bandos, me pongo de parte de los primeros, pues muchos de ellos ansían, al menos, buscar y encontrar los restos de los seres queridos que perdieron en el conflicto y darles un entierro digno.

En Francia ocurre algo muy parecido con la 2ª Guerra Mundial, ya que la tierra de la Libertad, Igualdad y Fraternidad fue conquistada por los nazis, y la capital gala vivió un episodio verdaderamente oscuro: el 16 de julio de 1942, hubo una redada en la que trece mil judíos fueron arrestados, encerrados durante días, sin comida ni agua, en el Velódromo de Invierno (popularmente conocido como Vel d’Hiv) de París y finalmente conducidos a diferentes campos de concentración dentro y fuera del país. Como ya imaginaréis, muy pocos lograron escapar y vivir para contarlo.

Y de aquí parte la trama de mi nueva recomendación: La llave de Sarah (Elle s’appelait Sarah; 2007), de la francesa Tatiana de Rosnay. La pequeña Sarah Starzynski, de diez años, es arrestada junto con sus padres, pero antes de salir de casa encierra bajo llave en un armario a su hermanito, Michel, prometiéndole volver a buscarlo.

Sesenta años después, Julia Jarmond, una periodista estadounidense casada con un francés, prepara un reportaje en conmemoración de la redada, y empieza a vislumbrar un vínculo estremecedor entre los Starzynski y su propia familia política…

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Portada del libro, inspirada en el cartel de la película (no la he visto)

Esta novela resultó un gran descubrimiento para mí, porque me ha dado a conocer la existencia de un hecho histórico que, dentro del holocausto nazi, desconocía totalmente, pero me ha sorprendido ver cómo tantas personas prefieren dar la espalda al pasado (sobre todo Bertrand y Edouard, el marido y el suegro de Julia), escudándose en que es algo ya muy antiguo y que no merece la pena recordar. Sinceramente, pensaba que los franceses eran más celosos de su pasado y de su historia que nosotros, pero la redada del Vel d’Hiv parece ser un trapo sucio muy desagradable de rememorar…

Por otro lado, en esta dicotomía sobre hurgar o no en los dolorosos tiempos pretéritos, la autora perfila todos los personajes con virtudes e imperfecciones que, dentro de la trama principal y en las secundarias, determinan a la perfección el carácter de los personajes y sus actitudes: el egoísmo, en diferentes formas (digo esto por un motivo muy especial relacionado con Julia y su marido); la valentía, encarnada totalmente en Sarah (dispuesta a rescatar a su hermano) y en Julia (decidida a desvelar la verdad aun a costa de hacer mucho daño); los remordimientos (en especial Edouard).

Por lo demás, esta novela me ha gustado bastante, aunque la conclusión me decepcionó un poco porque esperaba que dos personajes acabasen emparejados, aunque la autora lo deja lo suficientemente abierto para la imaginación del lector.

Finalmente, sólo me resta añadir unas palabras en hebreo antiguo que espero que resuman la actitud del libro en cuanto al Holocausto, pero que también pueden aplicarse perfectamente a nuestra propia guerra y, para qué negarlo, cualquier conflicto:

Zakhor, Al Tichkah.

(“Recordar, nunca olvidar”)

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros

domingo, 24 de julio de 2011

De los terribles secretos de algunos nombres

Cuenta un mito del Antiguo Egipto que Amón Ra, dios supremo, tenía un nombre secreto, que sólo conocía él y procuraba que nadie supiese; la diosa Isis supo de la existencia de ese nombre, y se valió de toda clase de tretas para conocerlo, pues sabiendo ese nombre, tendría poder sobre el mismo Ra. Finalmente consiguió saber el nombre secreto, y aunque nunca tuvo que utilizarlo, su astucia le valió el sobrenombre de “La princesa de los dioses”.

Quizás me he puesto algo paranoica, pero lo que quiero decir con este mito es que el conocimiento, sea del tipo que sea, es poder, y un poder a veces muy peligroso. Por eso hay muchos que temen al saber y prefieren vivir en una feliz ignorancia. Claro que también hay veces que es mejor no meter las narices (y procurar que nadie ajeno las meta) donde no nos llaman para evitarnos líos…

Bien, tras mucha dilación comienzo con la recomendación de hoy: Lo que esconde tu nombre (2010), de Clara Sánchez. Ganadora del Premio Nadal 2010, llegó a mis manos directamente de Círculo de Lectores, y tras una lectura y recomendación materna previa, comencé a leer el libro.

Tenemos dos protagonistas: por un lado, está Sandra, una joven embarazada que decide tomarse unas vacaciones en un pueblo de la costa levantina, donde conoce a un amable matrimonio de jubilados noruegos, los Christensen. Por otro lado, está Julián, superviviente del campo de concentración de Mauthausen y cazador de antiguos nazis que hoy viven tranquilamente en las costas españolas como ancianos turistas. Los caminos de una y otro se cruzarán, dando lugar a una trama de intrigas y mentiras…

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Francamente, me gusta mucho la portada de esta novela; resulta perturbadora la imagen de la joven sin cejas ni boca, con la palabra help (“socorro” en inglés) arañada sobre donde debería ir la boca. Una buena representación de la situación que empieza a vivir Sandra en compañía de los Christensen y su nutrido grupo de amistades…

Esta novela está enfocada desde un punto de vista relativamente original, ya que muchos nazis lograron huir de la justicia escondiéndose en España e Italia, donde contaban con los respectivos apoyos de Franco y Mussolini, y también en otros países, donde cambiaron de identidad y de vida para no ser descubiertos, aunque de vez en cuando todavía se logra cazar a uno o dos. Sin ir más lejos, un ejemplo cinematográfico: La caja de música (1989), de Constantin Costa-Gavras.

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En cuanto al estilo, la autora ha conseguido, al menos en mi caso, que logre meterme en la piel de Sandra y de Julián. La historia se cuenta en primera persona, desde el punto de vista de ambos, y con ello uno siente en plenitud la asfixia, la oscuridad, el miedo y el odio. De los personajes, me han gustado sobre todo Julián y Alberto. Sin embargo, en términos generales, creo que se le podría haber sacado un poco más de jugo a la historia; además, el final queda algo abierto para mi gusto, pero supongo que la autora lo quiso así para dar a entender que Julián no piensa rendirse. Y os aseguro que no es hombre que se rinda fácilmente.

Para terminar, una breve anécdota: hace un par de meses, soñé que iba al cine y que me encontraba con el cartel de esta novela en la sección de “Próximos estrenos”. Quién sabe, lo mismo algún día tenemos en pantalla a Sandra, Julián y los demás…

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros

jueves, 23 de junio de 2011

De cuando hay que sacar conocimientos de donde no se tienen

Esto es lo que se ve obligado a hacer Zorbas, el felino protagonista de Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar (1996), de Luis Sepúlveda. Recibí este libro como regalo de Navidad, ya que hacía tiempo que deseaba leerlo desde que vi su adaptación cinematográfica animada (fui al preestreno), hace ya mucho, mucho tiempo.

La historia tiene lugar enteramente en Hamburgo y, como ya he dicho, el protagonista es Zorbas, un gato “grande, negro y gordo” nacido en el puerto de dicha ciudad. Un día, se encuentra con una joven gaviota, manchada de petróleo y agonizante, que antes de morir le pide que cuide de su huevo y del futuro polluelo y que, cuando crezca, le enseñe a volar. Zorbas jura que lo hará, pero, aunque cuenta con la ayuda de otros gatos amigos suyos, no lo tendrá nada fácil…

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Portada de la edición que leí (2010); las portadas e ilustraciones interiores, obra de Miles Hyman, no han cambiado desde que se publicó este libro.

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Cartel de la película (La gabanella e il gatto, 1998), dirigida por el italiano Enzo d’Alò.

Sepúlveda define este libro como “una novela para jóvenes de 8 a 88 años”, y considero que no podría haber mejor descripción, pues los temas de la propia superación, la amistad, la relación hombre-naturaleza (en especial la contaminación) conciernen al género humano (o al menos deberían hacerlo) a cualquier edad. Me encanta Zorbas, que ya desde pequeñito demuestra unos férreos principios (es enternecedora la escena con sus hermanitos y su madre), aunque también los otros personajes también están bien.

La película también está bien, aunque se omiten un par de personajes (como el antipático chimpancé Matías) y se da mayor relevancia a las ratas, que se convierten en las antagonistas del filme. Sin embargo, en ningún momento se pierden los múltiples mensajes de la narración, y para mí es lo más importante.

Sin duda, ya que comenzamos las vacaciones, este libro es una estupenda opción para empezar con las lecturas veraniegas y también una buena manera de comenzar a concienciar a los más pequeños en el cuidado y conservación de la naturaleza.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros

sábado, 7 de mayo de 2011

Que toda la ponzoña hundida en el barro salga a la superficie

Aunque apenas se mencione esta frase, podemos considerarla como la “frase mágica” de Claudio, el dios, y su esposa Mesalina (Claudius, the God, and his Wife Messalina; 1938), segunda parte de Yo, Claudio. Los que leáis la entrada de la primera parte comprobaréis enseguida que conseguí el libro justo al día siguiente de escribir la entrada y dos días después de terminar de ver la serie, de modo que para mí fue una gran alegría encontrarlo.
 
Como ya hice con la primera parte, en la que presenté el estilo de Claudio y su carácter (no cambia en absoluto), presentaré la novela con su primera frase:
 
Han transcurrido dos años desde que terminé de escribir la larga historia de cómo yo, Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico, el tullido, el tartamudo, el tonto de la familia, a quien ninguno de sus ambiciosos y sanguinarios parientes consideraba digno de la molestia de ejecutar, envenenar, obligar a suicidarse, desterrar a una isla desierta o matar de hambre –que fueron las maneras en que se eliminaron los unos a los otros–, los sobreviví a todos, incluso a mi loco sobrino Cayo Calígula, y de cómo un día fui aclamado inesperadamente emperador emperador por los cabos y sargentos de la guardia de palacio.
(Traducción de Floreal Mazía. Edhasa, 2008)
 
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(Ésta no es la portada de la edición que leí, me ha sido imposible encontrarla)
 
Esta novela comienza, a pesar de lo que nos señala su primera frase, justo donde acaba la segunda, y concluye con el final de la vida de Claudio. Pero no sólo se nos narra la continuación de la vida de Claudio, sino que Graves incluye en Claudio, el dios varios textos más. Entre ellos, a través de la pluma de Claudio, la historia del íntimo amigo de éste, el rey judío Herodes Agripa (marrullero y alegre; me había olvidado por completo de él en la crítica anterior), desde su infancia hasta su muerte, además de algunos poemas y textos paródicos sobre la deificación (o “calabacificación”) de Claudio a modo de epílogo.
 
Tampoco han cambiado mis gustos respecto a los personajes, aunque por cortesía a mi querida amiga Nobody he cambiado los grupos de “buenos y malos” por “cuerdos y desquiciados”. Una acertadísima sugerencia por su parte, pues según un dicho mencionado en ambas novelas el árbol de los Claudios produce dos tipos de manzanas, dulces y amargas. Sin embargo, hay una manzana que he de calificar como agridulce, y que lamentablemente me dejé en el tintero la otra vez. Se trata de Antonia la Menor, la madre de Claudio.
 
Antonia, hija de Marco Antonio, es un personaje con el que tengo una relación ambivalente. Por un lado, se trata de una mujer de firmes principios y recta conducta, totalmente carente de ambiciones y tan respetable que nadie se atreve a ponerle una mano encima (un verdadero milagro en una época en la que todo el mundo se lleva por delante a quien estorba). En definitiva, una matrona romana de los pies a la cabeza, admirada por todos por su entereza y su integridad. Pero, por el otro lado, es una mujer que siempre trata con incomprensión y muy poca paciencia a su hijo menor, tachándolo de “imbécil”, “idiota” y demás sinónimos. En parte comprendo que se sienta frustrada porque Claudio no parezca tan listo ni tan fuerte como sus hermanos o sus primos, pero a veces Antonia llega a ser muy cruel. Por este motivo, me siento realmente dividida ante este personaje, pues sus virtudes y sus defectos van a la par.
 
En resumidas cuentas, si os gustó Yo, Claudio, y os quedasteis con ganas de saber más sobre este emperador y sus avatares, os aseguro que Claudio, el dios cumple con las expectativas de los lectores.
Por cierto, una última anécdota antes de que se me olvide: Graves tenía una casa en Mallorca, y estando allí recibió los vídeos de los capítulos de la serie. ¿Sabéis qué dijo tras verlos? “A Claudio le habría gustado”.
 
Hasta la próxima página,
 
La Rebelde de los Libros

viernes, 29 de abril de 2011

Milana bonita…

No me cabe duda de que con este título reconoceréis enseguida la “frase mágica” del tierno Azarías, personaje principal de Los santos inocentes (1982), de Miguel Delibes. Leí esta novela el verano pasado, a la muerte de su autor (y eso que el libro está en mi casa desde antes de que yo naciera, junto con El camino y Las ratas…) y después de haber visto la película. Tanto uno como otra me impactaron profundamente.

La historia transcurre en el cortijo de una marquesa en los años 60. Paco, el Bajo, y Régula, su esposa, son los porteros del cortijo y malviven en su choza junto con sus cuatro hijos. Azarías, hermano de Régula y dotado de una leve discapacidad psíquica, trabaja en un cortijo próximo cuidando de los animales; en especial de los pájaros, a los que invariablemente llama “milana bonita” (sobre todo al viejo búho Gran Duque). Sin embargo, Azarías es despedido por su edad avanzada y sus extrañas y antihigiénicas costumbres, y tiene que ser acogido por su hermana.

A lo largo de los seis capítulos y las poco más de cien páginas, seremos testigos de las diferencias abismales entre el lujo de la marquesa y su familia y la miseria de Paco y los suyos, junto con las crueldades e indiferencias de los primeros por los segundos…

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No he podido encontrar la portada de la edición que leí (una muy antigua de Cïrculo de Lectores que mostraba un dibujo de Azarías con la “milana”), de modo que pongo una portada moderna que, al menos en mi opinión, refleja bastante bien el espíritu del libro. Y abajo, una imagen de la adaptación cinematográfica.

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Ante vosotros, la humilde familia de Paco, el Bajo, tal y como nos la representa Mario Camus en su película. De izda. a dcha., Quirce, Nieves, Régula con la Niña Chica en brazos, Paco y Azarías con la grajilla (su nueva “milana”) en el hombro.

Los santos inocentes tiene un estilo muy peculiar; la narración se dispone en forma de largos párrafos sin apenas conjunciones entre sí, pero se unen a los párrafos siguientes (incluidas las partes dialogadas) con conjunciones solitarias. Imagino que Delibes trata de darle un ritmo estudiadamente desordenado a la novela, para mostrarnos a los personajes y su mundo con las palabras de alguien de origen humilde (Azarías o Paco) que se aturrulla al hablar, que quiere contar muchas cosas y explicarlo todo a la vez, tanto la trama como el contexto y las circunstancias de todos los personajes; gracias a eso, podemos conocer prácticamente todo de ellos.

El libro trata de forma implícita una buena cantidad de temas, pero debo destacar la relación entre el hombre y la naturaleza, puesto que esta última adquiere un papel cuasi-protagonista. Para empezar, el libro está dedicado nada menos que a Félix Rodríguez de la Fuente, buen amigo de Delibes, que ya había fallecido por aquel entonces. Dicha relación hombre-naturaleza aparece plasmada en tres grados: uno máximo, representado por Azarías (un “buen salvaje” a la española); uno intermedio, en el que están los campesinos (quieren a su tierra, que les da el sustento, pero no la aman con el fervor de Azarías); y uno mínimo simbolizado por la marquesa y su familia (sobre todo el señorito Iván, obsesionado con cazar todo el santo día), que son gente de ciudad.

Por otro lado, considero que hablar de esta novela, posiblemente la más popular de Delibes, implica forzosamente (aunque mi blog sea de carácter literario) hablar también de su estupenda adaptación cinematográfica por Camus, aunque se tomó un par de libertades. En primer lugar, Paco y Régula tienen tres hijos. El más pequeño, Rogelio, fue suprimido de la adaptación cinematográfica por su escaso peso en la novela. En segundo lugar, la trama de película transcurre en clave de flash-back: podemos ver a Paco y Régula viviendo en una choza perdida en el campo mientras que Quirce y Nieves han emigrado a la ciudad, y con el hijo varón como hilo conductor, reconstruimos la historia. Por lo demás, la adaptación es muy fiel, y las interpretaciones magníficas.

En fin, queridos Rebeldes, podemos ver que hoy ha tocado recomendar tanto una novela como su película homónima. Considero que Azarías es un personaje que merece ser conocido y querido por los lectores. De hecho, se me ha pegado la frase “Milana bonita”…, y me he propuesto salir algún día al monte a “correr el cárabo”, por lo menos una vez en mi vida. ¿Que qué es “correr el cárabo”? Si queréis saberlo, leeos este libro.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros

lunes, 21 de marzo de 2011

Sólo comprendió eso, que había caído en las tinieblas…

…Y tan pronto como lo supo, dejó de saber.

Esta cita de Jack London aparece al principio de la novela No tengo miedo (Io non ho paura; 2001), del italiano Niccolò Ammaniti. Había oído hablar de este libro años atrás, ya que se publicó en España con el estreno de la película homónima en 2003 (interviene una actriz española). Sin embargo, con el tiempo se me olvidó el título hasta que una noche emitieron la película por la tele y se me encendió la bombilla (por suerte, sí recordaba el argumento, más o menos…), aunque me costó la misma vida dar con el libro. Con la película tuve un poco más de suerte, aunque tuve que verla en italiano con subtítulos en inglés.

La trama de No tengo miedo, parcialmente inspirada en hechos reales, transcurre en Acqua Traverse, un pueblecito ficticio del sur de Italia, en el tórrido verano de 1978. El protagonista y narrador (ya adulto) de la historia es Michele Amitrano, un niño de nueve años de edad que vive apaciblemente el verano entre juegos y carreras con las bicicletas. Pero un día, al visitar una casa en ruinas cerca del pueblo, Michele descubre en el fondo de un hoyo un secreto aterrador que cambiará su existencia…

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La portada de la edición que he leído (arriba) no me gusta en absoluto porque no refleja para nada el ambiente que se respira y refleja en la novela: un pueblo sin fuentes ni río, perdido entre trigales e inmerso en un verano de días calurosos y noches pegajosas. Sin embargo, la edición que presenta el cartel español de la película en la portada (abajo) sí me parece muy buena, pues la imagen del niño que escucha tras la puerta y las luces y colores claros utilizados representan bien la atmósfera de la novela, aparentemente amable y sincera pero llena de mentiras, secretos y una falsa paz que envuelve al pueblo y a sus habitantes.

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Abajo muestro la portada del original italiano. En mi opinión, también está bien; me gusta el contraste de la serenidad que inspira el paisaje con el título perturbador.

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Esta novela pinta un crudo retrato sobre los extremos del corazón humano; por un lado, la crueldad, la cobardía y la hipocresía de los adultos; por el otro, la inocencia, el valor y la sinceridad de los niños. O más bien del niño, en singular; sólo Michele brilla por su valentía y su sentido de la justicia y la amistad, mientras que los miembros su pandilla (con la honrosa excepción de su hermanita, María) se pelean, traicionan y humillan en un ambiente cada vez más tenso, y el desquiciado Filippo vive hundido en la oscuridad, el miedo y la locura. Aunque en su situación, quién no perdería la cabeza…

De los adultos, muy poco puede decirse en su favor. En todo caso, el menos malo es Anna, la madre de Michele; detesta la situación de pobreza en que vive, pero odia aún más el tremendo problema causado por la codicia y la falta de escrúpulos de su marido y sus vecinos. Sin embargo, no hace nada por remediar la situación ni intervenir en favor de lo que es justo, sino que calla y se convierte en una cómplice más.

Considero que esta novela, enmarcada en los caóticos Anni di piombo (“Años de plomo”) de Italia, si bien es bastante popular en su país natal, merece algo más de consideración aquí en España. En primer lugar, por su temática y sus personajes; en segundo lugar, por el estilo del autor. Y por último, porque es complicadísima de encontrar. Así que espero que los servicios editorial y bibliotecario espabilen y ofrezcan más ejemplares de esta obra.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros

sábado, 5 de marzo de 2011

Estrellas, ocultad vuestro fuego…

…que la luz no vea mis oscuros y profundos deseos:

el ojo le hace un guiño a la mano; que así sea

lo que el ojo teme, cuando está hecho, ver.

Estos versos pertenecen a una conocidísima obra teatral de Shakespeare. Pero antes de indicar a qué obra pertenecen (así dejo tiempo a mis lectores para adivinar de dónde salen), debo hablaros de la novela en la que aparecen citados, Ambición (Kingdom Come; 2006) del estadounidense Tim Green, que es una versión moderna de dicha obra.

En cuanto a los que tengan un conocimiento más o menos elemental del material shakesperiano, seguro que el argumento de este libro les refrescará la memoria: el protagonista es Thane Coder, uno de los socios de la empresa King Corporation. Thane vive una vida regalada y llena de lujos junto a su adorada esposa, Jessica, y el hijo de ambos. La pareja sueña con que Thane se convierta en el nuevo presidente de la empresa cuando James King, presidente de King Corp., se jubile. Pero éste elige a su hijo, Scott, como sucesor, y Thane, espoleado por Jessica, apartará de su camino a cuantos traten de oponerse a él…

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Creo que a estas alturas la mayoría, si no todos, sabrán ya que este libro se basa en Macbeth. No sólo el nombre del protagonista de Ambición recuerda fónicamente a uno de los títulos nobiliarios de Macbeth (Thane of Cawdor), sino que ambos, secundados por sus respectivas esposas, aspiran a ser reyes (uno en sentido figurado y otro literalmente) y no vacilarán en recurrir a las peores tretas para conseguirlo. En efecto, a lo largo de este libro se sucederán los contactos con mafiosos, chantajes, complots e incluso Jessica tendrá que conceder favores sexuales a algún que otro capo para ayudar a Thane. Como reza la cita de Macbeth, la pareja se sumirá en los chanchullos más turbios y oscuros, huyendo de la luz y la justicia, con tal de salir adelante.

El estilo de la novela es dinámico, vibrante y efectista. A lo largo de la novela se alternan dos tipos de capítulos; por un lado, unos capítulos en los que Thane, en el tiempo presente, conversa con un visitante (no diré quién ni, sobre todo, en qué circunstancias) sobre sus recuerdos y otros en los que se narra la historia de forma omnisciente.

Ambición es, en resumen, una estupenda adaptación a nuestro tiempo de las pasiones que desencadenan la tragedia de Macbeth: la avaricia desmedida, las envidias, la traición… Tim Green, consumado autor de novelas de intriga, ha sabido sacar partido de la obra de Shakespeare, dándole además su toque personal (de hecho, los personajes secundarios de su libro tienen los nombres de amigos suyos). Sin embargo, os recomiendo que os busquéis una edición que no sea de Círculo de Lectores; desde que vi la palabra kingfisher traducida como “rey pescador” en lugar de “martín pescador”, estoy algo mosqueada con la editorial.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros

lunes, 14 de febrero de 2011

Stylish Blogger Award

Queridos Rebeldes, escribo esta entrada para anunciar con orgullo que hace pocos días (la verdad sea dicha, no tan pocos: el 6 de febrero) recibí de parte de Cucaracha en su guarida el premio Stylish Blogger Award.

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Bonito logo, ¿verdad? Muy bien, para empezar este pequeño discurso de rigor, debo decir que me siento infinitamente honrada de recibir este galardón, que no me esperaba en absoluto. Le doy un millón de gracias a Cucaracha por su consideración.

Pero la cosa no acaba aquí; para que siga la cadena, debo dar otros dos pasos. En primer lugar, revelar siete cosas sobre mí misma. Para no dar excesivos detalles de mi vida privada, pondré esto.

  1. El libro que más veces he releído es Qué poca prisa se da el amor, de Martín Casariego Córdoba.
  2. Mi película de animación favorita es El guardián de las palabras (1994), seguida muy de cerca por Pulgarcita, del mismo año.
  3. Mi animal favorito es el gato (de ahí que tenga a Chimney de mascota en el blog), y en cuanto acabe la carrera pienso adoptar un gatito.
  4. Me gusta prácticamente todo de música menos el rap y el reguetón o como se escriba.
  5. Adoro escribir historias, y espero que algún día vea algo mío publicado.
  6. También me gusta escribir y leer Fanfiction. Considero que es una buena forma de entrenarse para escribir algo propio.
  7. Por último, pero no menos importante, mi sueño es trabajar como traductora de novelas para alguna editorial. No sólo me gusta traducir (es lo que estoy estudiando, a fin de cuentas), sino que además así soy la primera en enterarme de qué va la historia.

Y en segundo y último lugar, premiar con este mismo galardón a otros cinco blogs. Los que siguen, por orden alfabético:

  1. Cantando en Sunset Boulevard

  2. Daria no Sekai

  3. Koreander en Bibliópolis

  4. La abuela del Quesuismo

  5. Nobody-chan’s Blog

Debo terminar agradeciendo profundamente, una vez más, a Cucaracha por el premio y deseando que estos cinco blogs, los que más visito, acepten gustosos el premio.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros

lunes, 3 de enero de 2011

Escuchad. Dejad que os cuente una historia…

Pero primero que nada, debo desearos a todos, queridos Rebeldes, una Feliz Navidad y un Feliz Año 2011, esperando que tengáis un año aún mejor que el anterior y muy abundante en libros y lecturas.

En cuanto al título de la entrada, así comienza El contador de historias (The Hakawati), de Rabih Alameddine (2008). Esta novela me cayó como regalo de Reyes en 2010 (a decir verdad, la había pedido el año anterior, pero no pudo ser), pero como tenía bastante lectura atrasada, terminé leyéndomela en verano. Aunque para ser exactos, la cita completa es así:

“Escuchad. Dejad que sea vuestro dios. Dejad que os guíe en un viaje hasta los confines de la imaginación. Dejad que os cuente una historia.”

Osama al-Jarrat vuelve a su Líbano natal para visitar a su padre moribundo en el hospital. El regreso a su país de origen le traerá miles de recuerdos sobre su propia infancia y sobre su abuelo Ismail, gran hakawati o narrador de historias (más o menos lo que aquí es un cuentacuentos). Los recuerdos del pasado se entremezclarán con el presente, con la historia de Fátima, que busca un remedio para que el sultán y su esposa tengan un varón, y con la historia del héroe Baybars y sus aventuras…

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En mi opinión, la portada del libro refleja maravillosamente su estructura, un conjunto de múltiples hilos multicolores que se entrelazan entre sí para conformar el dibujo de una gran alfombra persa. Y desde luego, no faltan entrelazados, incluidos el relato bíblico del nacimiento de Ismael, hijo ilegítimo de Abraham igual que lo fue el abuelo de Osama de su propio padre (además, no podemos olvidar que, según una tradición, los musulmanes descienden de Ismael). Por otra parte, Alameddine entremezcla de forma fabulosa la historia y el cuento, llegando incluso a la mise en abîme, es decir, contar una historia dentro de otra (por ejemplo, el sultán le relata a su esposa la historia de Baybars).

Es obvio que el autor ha bebido de numerosas fuentes para crear su obra (sobre todo para la parte más “fantasiosa”), pero merece la pena citar algunas.

  • Fuentes religiosas. El Corán y la Biblia, especialmente esta última, suponen dos fuentes muy valiosas. Alameddine se inspira particularmente en el Génesis, cuya historia cuenta dando protagonismo a Ismael y a su madre, la esclava Agar. También se inspira en la Biblia para ponerles los nombres de patriarcas y profetas bíblicos a los siete diablillos de colores que acompañan a Fátima.
  • Historias y cuentos tradicionales. De este segundo grupo, la palma se la llevan Las mil y una noches. Podemos ver claras influencias de Simbad, Aladino y otros héroes populares en el personaje de Baybars.
  • Homero. Los combates singulares de la Ilíada sirven de inspiración a Alameddine para las batallas de Baybars y sus compañeros o la lucha de Fátima y los diablillos contra el rey Kade y su ejército.
  • Ovidio. Las Metamorfosis del poeta latino también son de destacar por su importancia, ya que no faltan las transformaciones de personajes en animales o en monstruos.
  • Geoffrey Chaucer. Autor de los Cuentos de Canterbury, su obra no sólo tampoco se queda atrás en inspirar al autor, sino que además su influencia se entrelaza con la de Las mil y una noches, pues durante siete noches, el bandido Jayal trata de seducir con cuentos a Yawad, criado de Fátima.

Evidentemente, a todo esto hay que añadir la historia del propio Líbano, junto con la influencia de la propia familia de Alameddine. Osama y el autor se parecen en muchos aspectos, pero este último deja claro que “los al-Jarrat no son los Alameddine”.

En cuanto a los personajes, es innegable que cada uno tiene un matiz que lo hace especial; Alameddine hace que cada uno de ellos sea único e irrepetible. De este modo, me quedo con la devoción de Osama a su abuelo, la dulzura de éste, la afabilidad del tío Yihad (aunque lo encuentro bastante enigmático), el valor de Fátima y la simpatía de los diablillos.

Llevaba tiempo deseando recomendar esta fabulosa novela, y considero que aún no es demasiado tarde para incluirla en la carta a los Reyes Magos. Y si no os la traen, no pasa nada; siempre nos quedarán los cumpleaños o esas cuevas del tesoro que son las bibliotecas.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros