Con este título me refiero al Vizconde de Valmont y a la Marquesa de Merteuil, figuras cumbre de Las amistades peligrosas (Les Liaisons Dangereuses; 1782), del militar francés Pierre Choderlos de Laclos. Llevaba mucho tiempo deseando leer esta novela, y por fin tuve la oportunidad de hacerlo cuando en una asignatura la profesora nos mandó traducir fragmentos de novelas y poemas franceses. Pedí que me dejase trabajar con este libro, y así conseguí que cayese en mis manos.
Asumiendo el papel de editor, Laclos nos narra en esta novela epistolar los fraudes y tejemanejes de los mencionados nobles, manipuladores y disolutos, si bien ella debe ocultar esta faceta por su condición de mujer. Cuando un ex-amante de la viuda Merteuil vaya a casarse con la joven Cécile Volanges, hija de una prima lejana de la Marquesa, ésta le pedirá a Valmont que seduzca y corrompa a la futura novia mientras finge ayudarla en sus amores con el caballero Danceny. Sin embargo, Valmont tiene entre manos un reto mucho más difícil e interesante: seducir a la virtuosa Presidenta de Tourvel, una dama burguesa felizmente casada y muy religiosa. Cuando ambos retos se unan, el caos y el escándalo estarán servidos…
Cuando Laclos comenzó a escribir Las amistades peligrosas, comentó que iba a crear una obra que hiciera ruido, que causara conmoción mientras viviera y siguiera haciéndolo después de su muerte. Y lo consiguió con creces: adornada con ilustraciones muy adecuadas, desde su publicación le llovieron las alabanzas, pero también los vituperios por parte de los sectores más conservadores y, naturalmente, la alta nobleza satirizada en la novela. Esta obra se enmarca en la novela libertina del siglo XVIII, en la que los personajes olvidan cualquier sentimiento de piedad religiosa o decoro y recurren a toda clase de artimañas y manipulaciones para lograr sus fines.
Por otro lado, Laclos rompe el molde del modelo femenino de esta corriente literaria (mujeres virtuosas pero corruptibles, como la Presidenta de Tourvel) para crear un modelo de mujer corruptora; es admirable la carta LXXXI, en la que la Marquesa relata al Vizconde su propia adolescencia y sus inicios como amante y seductora. Sin embargo, y pese al carácter un tanto impúdico de la novela, presenta una finalidad claramente moralizante: es necesario tener cuidado con la influencia que posee la gente sobre nosotros, pues hasta la persona que parece más decente y respetable puede ocultar tras su fachada un álter ego maquiavélico y cruel.
La novela ha sido llevada a la gran pantalla en algunas ocasiones con mayor o menor fidelidad al libro, que también ha inspirado un par de series televisivas. Las adaptaciones más conocidas son la película homónima de 1988, Valmont (1989) y Crueles intenciones, de 2003.
Me he sentido muy tentada de incluir en la entrada el tráiler de la primera de las películas que he citado (es la única que he visto, y no está nada mal), pero prefiero poner el cartel en su lugar para no adelantaros demasiados hechos de la obra (como podéis ver, el reparto no es moco de pavo). De los personajes de la obra, me quedo con el trío protagonista (una noble de alta cuna sin escrúpulos, un seductor con algo de corazón y una dama decente con muy mala suerte), además de la anciana Madame de Rosemonde, la amable y comprensiva tía de Valmont.
Debo añadir como última observación que, por desgracia, hoy casi nunca se recuerda esta novela por su ironía, su sátira social y mucho menos su finalidad moral, sino que sólo se menciona su parte carnal y se habla de ella como una novela erótica, en el mejor de los casos. Así pues, si alguna vez coincidís con este libro, intentad no dejaros llevar por su parte carnal; antes bien tratad de concentraros en las urdimbres de la terrible pareja. Y por supuesto, mucho cuidado con las influencias ajenas…
Hasta la próxima página,
La Rebelde de los Libros