martes, 22 de junio de 2010

Cuerpo de hombre, voz de mujer

Me imagino que no es difícil adivinar a quiénes me refiero con el título de la entrada. Y si alguno ha pensado en los castrati (plural de castrato), lo felicito por su perspicacia, ya que justamente ése es el tema de mi primera recomendación de las vacaciones: Canto castrato (1984), de César Aira. Me compré este libro el verano pasado, pues muchos años atrás había leído una crítica muy buena de él en Círculo de Lectores (aunque, francamente, me sorprendió que el libro fuese tan antiguo).

Supongo que la existencia del castrato es algo de cultura general, pero por si hubiese alguien que no recuerda o no sabe quiénes eran los castrati, aquí viene una definición: un castrato era un cantante de ópera al que se le extirpaban los testículos antes de la pubertad para que no se le cambiase la voz e interpretase papeles femeninos (aún estaba mal vista la participación de verdaderas mujeres en el escenario). Algunos llegaron a ser muy famosos, como por ejemplo Carlo Broschi, bien conocido como “Farinelli”.

Pues bien, Canto castrato nos traslada a la Europa del siglo XVIII, período de la Ilustración, los despotismos ilustrados y el espionaje en mensajes cifrados en las arias operísticas. El Micchino es un castrato de voz prodigiosa que tuvo su momento de gloria, pero se ha retirado de los escenarios y ahora convive con su curiosa y extravagante troupe: el jorobado Pierre, la anciana y excéntrica modista Hildeeve, dos castrati aprendices y otros. Un día, un viejo amigo del Micchino, herr Augustus Klette, vuelve a su vida para pedirle que vuelva al mundo de la ópera. Pero antes el Micchino deberá salvar a Amanda, hija de Klette, de las garras de su pérfido marido…

cantocastrato

Muchos coinciden en que esta novela supone un descanso en medio de tanta mediocridad, pues está desprovista de tópicos y vulgaridades. Por mi parte, les doy la razón por completo. La narración es a veces un poco recargada (no olvidemos que los estilos artísticos de la época eran el Rococó, principalmente, y el Neoclasicismo), pero su estilo es pura poesía, etéreo y transportador como la propia música, y los personajes parecen sacados del género operístico (y por este motivo no soy capaz de quedarme con uno favorito; todos tienen algo que los hace especiales).

En definitiva, Canto castrato es una novela no sólo bien documentada (cosa que valoro mucho), sino que envuelve al lector y lo traslada hasta el período dieciochesco. Así que ni que decir tiene que no hay mejor forma de saborear esta novela que con una buena sesión operística.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros

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