lunes, 21 de marzo de 2011

Sólo comprendió eso, que había caído en las tinieblas…

…Y tan pronto como lo supo, dejó de saber.

Esta cita de Jack London aparece al principio de la novela No tengo miedo (Io non ho paura; 2001), del italiano Niccolò Ammaniti. Había oído hablar de este libro años atrás, ya que se publicó en España con el estreno de la película homónima en 2003 (interviene una actriz española). Sin embargo, con el tiempo se me olvidó el título hasta que una noche emitieron la película por la tele y se me encendió la bombilla (por suerte, sí recordaba el argumento, más o menos…), aunque me costó la misma vida dar con el libro. Con la película tuve un poco más de suerte, aunque tuve que verla en italiano con subtítulos en inglés.

La trama de No tengo miedo, parcialmente inspirada en hechos reales, transcurre en Acqua Traverse, un pueblecito ficticio del sur de Italia, en el tórrido verano de 1978. El protagonista y narrador (ya adulto) de la historia es Michele Amitrano, un niño de nueve años de edad que vive apaciblemente el verano entre juegos y carreras con las bicicletas. Pero un día, al visitar una casa en ruinas cerca del pueblo, Michele descubre en el fondo de un hoyo un secreto aterrador que cambiará su existencia…

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La portada de la edición que he leído (arriba) no me gusta en absoluto porque no refleja para nada el ambiente que se respira y refleja en la novela: un pueblo sin fuentes ni río, perdido entre trigales e inmerso en un verano de días calurosos y noches pegajosas. Sin embargo, la edición que presenta el cartel español de la película en la portada (abajo) sí me parece muy buena, pues la imagen del niño que escucha tras la puerta y las luces y colores claros utilizados representan bien la atmósfera de la novela, aparentemente amable y sincera pero llena de mentiras, secretos y una falsa paz que envuelve al pueblo y a sus habitantes.

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Abajo muestro la portada del original italiano. En mi opinión, también está bien; me gusta el contraste de la serenidad que inspira el paisaje con el título perturbador.

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Esta novela pinta un crudo retrato sobre los extremos del corazón humano; por un lado, la crueldad, la cobardía y la hipocresía de los adultos; por el otro, la inocencia, el valor y la sinceridad de los niños. O más bien del niño, en singular; sólo Michele brilla por su valentía y su sentido de la justicia y la amistad, mientras que los miembros su pandilla (con la honrosa excepción de su hermanita, María) se pelean, traicionan y humillan en un ambiente cada vez más tenso, y el desquiciado Filippo vive hundido en la oscuridad, el miedo y la locura. Aunque en su situación, quién no perdería la cabeza…

De los adultos, muy poco puede decirse en su favor. En todo caso, el menos malo es Anna, la madre de Michele; detesta la situación de pobreza en que vive, pero odia aún más el tremendo problema causado por la codicia y la falta de escrúpulos de su marido y sus vecinos. Sin embargo, no hace nada por remediar la situación ni intervenir en favor de lo que es justo, sino que calla y se convierte en una cómplice más.

Considero que esta novela, enmarcada en los caóticos Anni di piombo (“Años de plomo”) de Italia, si bien es bastante popular en su país natal, merece algo más de consideración aquí en España. En primer lugar, por su temática y sus personajes; en segundo lugar, por el estilo del autor. Y por último, porque es complicadísima de encontrar. Así que espero que los servicios editorial y bibliotecario espabilen y ofrezcan más ejemplares de esta obra.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros

sábado, 5 de marzo de 2011

Estrellas, ocultad vuestro fuego…

…que la luz no vea mis oscuros y profundos deseos:

el ojo le hace un guiño a la mano; que así sea

lo que el ojo teme, cuando está hecho, ver.

Estos versos pertenecen a una conocidísima obra teatral de Shakespeare. Pero antes de indicar a qué obra pertenecen (así dejo tiempo a mis lectores para adivinar de dónde salen), debo hablaros de la novela en la que aparecen citados, Ambición (Kingdom Come; 2006) del estadounidense Tim Green, que es una versión moderna de dicha obra.

En cuanto a los que tengan un conocimiento más o menos elemental del material shakesperiano, seguro que el argumento de este libro les refrescará la memoria: el protagonista es Thane Coder, uno de los socios de la empresa King Corporation. Thane vive una vida regalada y llena de lujos junto a su adorada esposa, Jessica, y el hijo de ambos. La pareja sueña con que Thane se convierta en el nuevo presidente de la empresa cuando James King, presidente de King Corp., se jubile. Pero éste elige a su hijo, Scott, como sucesor, y Thane, espoleado por Jessica, apartará de su camino a cuantos traten de oponerse a él…

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Creo que a estas alturas la mayoría, si no todos, sabrán ya que este libro se basa en Macbeth. No sólo el nombre del protagonista de Ambición recuerda fónicamente a uno de los títulos nobiliarios de Macbeth (Thane of Cawdor), sino que ambos, secundados por sus respectivas esposas, aspiran a ser reyes (uno en sentido figurado y otro literalmente) y no vacilarán en recurrir a las peores tretas para conseguirlo. En efecto, a lo largo de este libro se sucederán los contactos con mafiosos, chantajes, complots e incluso Jessica tendrá que conceder favores sexuales a algún que otro capo para ayudar a Thane. Como reza la cita de Macbeth, la pareja se sumirá en los chanchullos más turbios y oscuros, huyendo de la luz y la justicia, con tal de salir adelante.

El estilo de la novela es dinámico, vibrante y efectista. A lo largo de la novela se alternan dos tipos de capítulos; por un lado, unos capítulos en los que Thane, en el tiempo presente, conversa con un visitante (no diré quién ni, sobre todo, en qué circunstancias) sobre sus recuerdos y otros en los que se narra la historia de forma omnisciente.

Ambición es, en resumen, una estupenda adaptación a nuestro tiempo de las pasiones que desencadenan la tragedia de Macbeth: la avaricia desmedida, las envidias, la traición… Tim Green, consumado autor de novelas de intriga, ha sabido sacar partido de la obra de Shakespeare, dándole además su toque personal (de hecho, los personajes secundarios de su libro tienen los nombres de amigos suyos). Sin embargo, os recomiendo que os busquéis una edición que no sea de Círculo de Lectores; desde que vi la palabra kingfisher traducida como “rey pescador” en lugar de “martín pescador”, estoy algo mosqueada con la editorial.

Hasta la próxima página,

La Rebelde de los Libros